Editorial: APLASTEMOS A LOS GUSANOS, PORQUE NO HAY NADA PERDIDO

Comité Editorial La Estaca

Analizando la compleja trama de la política actual, desde las promesas diluidas del gobierno de Boric hasta las persistentes luchas sociales por una reforma previsional justa. Este editorial explora cómo la realidad política chilena, marcada por compromisos y capitulaciones, sigue demandando una respuesta firme y organizada del pueblo para encaminar el país hacia verdaderas transformaciones estructurales.

Viendo la realidad actual se requiere mucho coraje para dar curso a un proyecto autónomo revolucionario que enfrente a un sistema oprobioso y en el que las élites políticas dominantes convergen sin grandes contradicciones –salvo la rebelión popular de 2019, que se salió del libreto– y que si bien se mantiene como un referente en algunos sectores populares, en la política oficial y los medios pareciera que nunca existió.

Aunque nos pese el país de la dictadura continúa su marcha mientras las fuerzas sociales, revolucionarias no logran aún vertebrar orgánicas políticas que permiten avanzar con resolución en colisionar contra un modelo –que retoques mediante–, domina sin contrapeso en nuestra sociedad. El llamado “malestar social” es una indignación que en términos empíricos no pasa de ser rabietas atomizadas frente a una clase empresarial y política que actúa organizada, cohesionada y cuenta con la hegemonía mediática.

Si no fuera así cómo se explicaría que la Bolsa de Comercio de Santiago –el mejor termómetro de los grandes empresarios de Chile–, en este gobierno de Boric haya alcanzado un récord histórico de 7.300 puntos, lo que no ocurrió en la dictadura y ni siquiera con Piñera. La clase dominante, la oligarquía financiera y los partidos de derecha, más allá de la retórica confrontacional con la “izquierda” oficialista y el mal llamado “progresismo”, imponen en todos sus términos su agenda que no es otra que salvaguardar el modelo neoliberal en lo económico y el legado constitucional de la dictadura.

Las grandes promesas reformistas con las que llegó Gabriel Boric y el Frente Amplio a La Moneda a poco andar se fueron diluyendo y más temprano que tarde las transacciones con la derecha fueron inevitables. Ni el más pesimista habría imaginado una capitulación que comenzó casi de inmediato y la rendición total llegó tras el fracaso de la Convención Constituyente. De ahí en adelante hemos visto una administración con cero voluntad política para enfrentar a la derecha con el único lenguaje que entienden y que es la lucha y la movilización social.

Sin ir más lejos la situación en la Araucanía alcanza niveles de represión y militarización del conflicto que no se vieron ni en los gobiernos concertacionistas, de Bachelet y Piñera. Mejor no hablar de la reciente reforma previsional que tras una seguidilla de tiras y aflojas no solo consolidan el sistema de las AFPs sino que lo fortalecen en un hecho sin precedentes que incrementa en un 45% la recaudación de las administradoras con fondos de los trabajadores convertidas en un enclave que tiene sometido a la gran mayoría de los pensionados chilenos a situaciones de pobreza extrema, salvo los jubilados de la FF.AA. y Carabineros que nada de tontos continuaron en el viejo sistema de reparto.

Para no parecer en extremo negativos, la reforma previsional que se desarrollará en una escala casi interminable de fases, lo único rescatable que tiene es que iguala las pensiones entre hombres y mujeres que ningún gobierno desde los años 90 había impulsado.

Hoy en día se produce la aberración que apenas un 15% de los fondos en poder de las AFPs van para los pensionados y es el Estado con dineros públicos el que aporta el 85% restante, lo que confirma el fracaso total de un sistema de seguridad social privado que culminó con la rendición del proyecto reformista de Boric, a los grandes empresarios.

A salir a las calles el 30 de marzo. Es por ello que el 30 de marzo será una fecha determinante para volver a gritar “No + AFP” y que nosotros como revista La Estaca invitamos ese día a sumarse y salir a las calles en una movilización popular que aglutine a todos los que no han claudicado, aquellos que siguen siendo hijos de la rebeldía y que no se arrastran como gusanos a pesar de las batallas perdidas.

La lucha del pueblo hoy debe transitar por un amplio arco político que incluya las disidencias sociales y de género, pobladores que luchan hoy en las tomas por alcanzar un sitio digno para vivir. Del total de tomas que hay en Chile solo un 30% corresponde a predios particulares, lo que significa que es el estado con sus terrenos fiscales quien mejor puede garantizar el acceso digno a una vivienda.

Los estudiantes deben volver a mostrar la fuerza revolucionaria legada por aquellos como Miguel Enríquez, que desde las aulas universitarias desarrollaron un proyecto socialista anticapitalista incorporando a la lucha a los pobres de la ciudad y del campo. Hoy nuevos sujetos sociales deben ayudar a conformar una nueva fuerza ideológica, política y material que dé vida a nacientes organizaciones revolucionarias de izquierda.

Los trabajadores deben retomar la senda de Recabarren mediante organizaciones clasistas que les permitan dar respuesta a los viejos vicios y a los nuevos abusos del capitalismo moderno a través de sistemas de explotación más sofisticados como el teletrabajo, call centers, y empresas intermediarias de servicios logísticos, financieros y otras surgidas a la luz de los cambios tecnológicos y la inteligencia artificial.

El 8 de marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora

–que acaba de celebrarse en el país–, mostró que en el tejido social subyace una amplia cultura política por empujar cambios y transformaciones y que en Chile se conmemoró con movilizaciones en todo el país que hace tiempo no se veían.

La actual sociedad chilena ya no resiste por mucho tiempo más un modelo económico y social que muestra su estancamiento con tasas de productividad cercanas a cero desde hace una década, porque el modelo extractivista de recursos naturales mineros, pesqueros y forestales, está simplemente agotado

La población chilena y migrante, particularmente los sec- tores más populares, vive sumida en la inseguridad y el miedo como producto de la desigualdad extrema y la concentración impúdica de la riqueza que ha llevado a un crecimiento expo- nencial de los delitos y organizaciones criminales. Chile camina aceleradamente a convertirse en un estado más de aquellos que han sido capturados por el narcotráfico y la corrupción de sus élites políticas.

La mejor demostración de este agotamiento ha sido que la llamada “izquierda” y el “progresismo” a meses de una nueva elección presidencial aún prendían velas para que la sempiterna Michelle Bachelet aceptara una nueva candidatura, que terminó declinando, desnudando la falta de renovación y liderazgos en esos sectores.

Finalmente, la ex ministra del Interior, Carolina Tohá anun- ció que irá como candidata en medio de esta crisis casi terminal de partidos que hoy muestran toda su decadencia y divorcio de las grandes mayorías nacionales.

Antes de concluir este editorial no podemos dejar de men- cionar que esta debacle ideológica y moral ha llevado a que los descendientes del ex presidente Salvador Allende, en un hecho inaudito e ilegal, hayan querido enriquecerse a costa del legado histórico y material de la que fuera su casa de toda la vida, mos- trando que los gusanos están en todas partes.