Guillermo Rodríguez: CUANDO UN COMPAÑERO SE VA…

Comité Editorial La Estaca

Santiago, Chile – Con profundo pesar, la comunidad revolucionaria y sus cercanos despiden a Guillermo Rodríguez Morales, conocido por sus camaradas como "El Alma Negra," "Diego," o "Ronco." Un incansable luchador y militante del MIR, Rodríguez Morales dedicó su vida a la causa de la justicia social y la transformación revolucionaria. Su trayectoria estuvo marcada por la resistencia a la dictadura, la prisión, la tortura, y un compromiso inquebrantable con el pueblo. Su legado perdura en la memor

GUILLERMO RODRÍGUEZ MORALES:

El Alma Negra, Diego, Ronco, un revolucionario imprescindible

Pasadas las emociones más intensas, nuestro homenaje a Guillermo y a todo lo que hubo y hay más allá de su persona; Guillermo como ser social y revolucionario. Guillermo fue reflejo auténtico de una época revolucionaria. Fue producto y gestor de la toma y acrecentamiento de la conciencia de los pueblos del mundo. Conciencia como teoría y práctica; conciencia de la imperiosa necesidad de transformar la realidad revolucionariamente; entre esos pueblos, nuestro pueblo. Guillermo, nosotros y una gran parte de las clases y sectores populares, asumimos el rol que nos correspondía.

Guillermo Rodríguez y los muchos nosotros, ya como miembros del MIR, de la Resistencia Popular y de los diversos sectores en lucha, experimentamos intensas vivencias en las múltiples y diversas acciones armadas y movilizaciones políticas y sociales en contra de la dictadura empresarial cívico militar y en los diversos momentos en que nos correspondió enfrentar la prisión.

Así, nosotros, personas comunes y corrientes pero conscientes del rol asumido, contamos la mayor de las veces con nuestro pueblo en barrios y poblaciones. Ahí estaban sus viviendas; casas de seguridad, de acuartelamiento. Ahí estuvieron los pobladores para acogernos en situaciones de emergencias y aguda represión, para cuidar y resguardar a nuestros hijos las veces que fue necesario.

Aquellos pobladores de Lo Hermida, la Bandera, Villa Sur, Herminda de la Victoria, por mencionar solo algunos sectores de Santiago, también estuvieron con nosotros cuando enfrentamos las cárceles de la dictadura.

Prisión que significaron nuevas experiencias de vida y de lucha por la sobrevivencia, la vida, la libertad. Lo cual implicó, entre otros aspectos, conocer y vivenciar en directo la realidad de una parte importante del pueblo pobre encarcelado. Miles de adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos se abarrotaban en limitados e inhóspitos espacios, en patios y celdas, las cuales nos correspondió compartir, en un proceso no fácil de convivencia, por la utilización que hacían de muchos de ellos, gendarmería y los aparatos represivos.

Fue un proceso de mutuo acercamiento y conocimiento. Como toda persona que no delinque, para ellos fuimos “giles”. Cuando conocieron de nuestro quehacer armado, nos constituimos en “pistoleros”. Definitivamente, producto de nuestra vida organizada y disciplinada en nuestro quehacer diario: estudio, preparación física, defensa férrea y colectiva de todos y de cada uno, el respetar y hacernos respetar y sobre todo por nuestra conducta solidaria, también la de nuestros familiares, compañeros y amigos, definitivamente fuimos, los “políticos”. De gran parte de la población penal fue posible ganar su respeto y cercanía, de esta manera aportar a una mejor convivencia cotidiana, considerando que la violencia es uno de los principales componentes de la vida carcelaria.

El año 1981, cuando la dictadura atenta en contra la vida de Guillermo Rodríguez, por medio del envenenamiento de los alimentos que ingiere, dos presos de la población penal común fallecen; Víctor Corvalán y Héctor Pacheco, dado que, en el plano de la Solidaridad, era habitual compartir alimentos con ellos y otros presos. Guillermo y otros compañeros resistieron el atentado, con las secuelas y consecuencias sufridas por Guillermo.

Si bien, un factor que le permitió sobrevivir a Guillermo, como lo había hecho en la clandestinidad y su primera experiencia carcelaria, fue su capacidad física y entereza moral, importante es relevar nuestra lucha al interior de las cárceles; denuncias, huelgas de hambre, diversas formas de resistencia. También las luchas y movilizaciones de nuestros familiares organizados, de los pobladores, estudiantes y organizaciones del campo de los Derechos Humanos, CODEPU y abogados y de particular importancia, la solidaridad internacional.

Por todo lo anterior, es válido afirmar que, Guillermo Rodríguez; fue más que su persona, Guillermo fue nuestro partido, compromiso y ética política, fue ese pueblo consciente y movilizado; Guillermo fue Elvira Morales y su familia, fue nuestras familias e hijos, siempre con nosotros, fueron los compañeros siempre en lucha.

Nuestro homenaje a todos y a cada uno de ellos.

A aquellos que ya no están con nosotros. A quienes sobrevivieron a este largo proceso de lucha y a aquellos que continúan la lucha.

Compañeros de lucha y de prisión.

Comité de Recuperación Cuartel Borgoño

CON GUILLERMO EN LA MEMORIA

Por Patricio Rivas Herrera

Guillermo Rodríguez nos dejó en plena vida creativa, en un pasaje de su existencia con un inmenso mundo interior y afectos urdidos con su pueblo desde su más temprana juventud. Revolucionario, mirista, escritor, combatiente con ideas y armas, amigo y hermano. Los procesos históricos amplios y profundos gestan con paciencia a hombres y mujeres singulares, luminosos, donde los afanes de existir sin pequeñeces están impregnados de la generosidad, la inteligencia y el amor a vivir, a reír. Esto ocurre en momentos de la historia de los pueblos donde las normas se trizan y la imaginación creativa regresa al destino de cada día. En la formación del MIR se conjugaron jóvenes que postularon la vida como proyecto de realización; esta manera de ser signó nuestra lógica para estar en el destino de un pueblo hermoso y luchador. La urdiembre mirista se escribió agrupando cientos de rebeldes con el orden establecido en Chile por el capital y las élites políticas, tan brutales como resignadas a las parsimonias del poder. En esos lejanos años desde mediados de 1960 hasta fines de 1970, de grupo en grupo, de uno en uno o en grandes sectores, se hacían reuniones con climas de conspiración y afectos en escuelas, poblaciones, universidades y fábricas. Se explicaba de forma simple qué era el MIR, por qué su nacimiento respondía a décadas de luchas de muchos cientos de miles en campos y ciudades. Se señalaba en medio de opiniones y preguntas cuál era el programa político; por qué éramos distintos al Partido Comunista y Socialista. En medio de todo, el sonido de la palabra revolucionario portaba tantas ilusiones postergadas como éticas para vivir.

Ahí, con esa sonrisa amistosa, llegó Guillermo; provenía de un mundo con amplias tradiciones de izquierdas en Quinta Normal y Estación Central. Lugar sin resignaciones y menos aún ilusiones fáciles. Se vinculó al MIR por la senda que muchos otros estudiantes de la enseñanza media lo hacían. En pocos meses ya estaba en los territorios de lo que sería luego el sector original del GPM-4, obrero industrial y poblacional en la fundamental zona de Cerrillos; pensado en sus orígenes como geografía clave de la lucha por Arturo Vilavella. Estuvo en la seguridad del presidente Allende, en la comisión especial de Santiago denominada de “masa armada”. Luchó en los días del golpe. Fue detenido, regresó clandestino y desarrolló las milicias populares junto a otros compañeros y compañeras.

El oscurantismo histórico que se facturó desde los primeros años de la transición política en Chile luego de 1990, fue disecando las luchas autónomas del pueblo disminuyendo las vidas de los luchadores y borrando las dignidades del combate. En el lenguaje de una racionalidad y mesura que ya conocíamos desde la historia política y cultural larga de nuestro país, Guillermo o Diego rompían la liturgia y más aún la construcción psicológica y política de la resignación. Se mantuvo vinculado a muchos y muchas que han sido los arquitectos reales de las inmensas movilizaciones de todos los últimos años.

La vida política, moral y emocional del mirismo, sus rasgos más arquetípicos y sus vivencias, muchas de ellas conocidas por algunos, aun desde el acoso oficial, son parte de la historia de Chile y sus fuerzas populares. Un amplio sector de compañeros provenientes de los primeros años continúa desde diversas geografías haciendo rebeldía y disidencia anticapitalista, fraguando una cultura de la independencia. Los caprichos de la historia son múltiples, pero se puede postular que no hay lucha en vano, vida que no signifique mucho compromiso y que no tenga efectos amplios. Guillermo como otros nos ha dejado. Él que también caminó con otros muchos, dio a esta época y pueblo su vida y singular inteligencia. Gracias por tu vida y tus esfuerzos por salir de las locuras del dominio de todas las oligarquías. Gracias por compartir tu amistad y destino en tantas circunstancias. Como se le puede decir a alguien como tú: Nos harás siempre falta. Déjame aventurar una posibilidad: En cada instante que los jóvenes de hoy se deciden en sus espacios a romper las rutinas y a responder al oprobio, te veremos como el primer día, caminando con ritmo de alegría hacia el futuro que seguimos soñando.

Absolutamente, aquí tienes el texto seleccionado sin palabras cortadas:

GUILLERMO RODRÍGUEZ, sin olvido y sin miedo

Por Carlos A. Torres

Siempre que nos deja un compañero o compañera se desatan explosiones de sentimientos y reflexiones, los seres humanos, hombres y mujeres somos en ocasiones volcanes contenidos o en latencia y con justa razón ha ocurrido con Guillermo o como se le quiera apelar; a los compañeros es mejor llamarles por su nombre o, en este caso por su nombre político o de guerra, quizás.

Diego fue siempre un luchador y combatiente, un retador de ideas dispuesto a desafiar convencionalidades y conservadurismo incluso en las filas del MIR lugar donde era –y es necesario hacerlo– sus ideas y práctica le costó alguna sanción, ¡cuánta razón tuvo en impulsar las tareas que superaban la línea demarcatoria definida por la dirección político-militar del MIR (en más de una ocasión equivocadas). No se trata de exaltar hasta la exacerbación las cualidades de Guillermo sin embargo, todas y todos coincidimos en aspectos claves sobre su compromiso y consecuencia con la lucha revolucionaria. Tanto por transformar la sociedad capitalista y construir una sociedad socialista durante su militancia en el MIR.

Como recuerda Javier Bertín, (su amigo y hermano de lucha) es bien conocido el alegato de defensa de Guillermo Rodríguez Morales en el Consejo de Guerra en octubre de 1981 al cual fue sometido –al igual que muchos compañeros y compañeras–. Sin embargo, su defensa tuvo características especiales en tanto se autodefinía (correctamente) como un combatiente insurgente ante la dictadura militar del gran capital. Afirmó entonces, “Me declaro culpable de haber nacido en una familia proletaria y haber conocido desde la infancia el hambre y la miseria, de haber luchado mucho para educarme y de haber comprendido desde muy joven que la sociedad chilena se funda en el dominio y la explotación de muchos por parte de unos pocos, apoyados en un cuerpo represivo, a saber, las FF.AA.”

Los años de la cárcel

A nuestro compañero se le veía como león enjaulado cavilando sobre la posibilidad de escapar o prepararse para el largo camino que tomaría reorganizarse y poner fin al régimen militar empresarial, con paciencia irreverente se hizo al estudio y la creación en disciplinas diversas, en otros textos se señalan sus aprendizajes y entereza para ir tejiendo las nuevas redes; Guillermo fue un compañero que desde su compromiso inicial nunca dejó de luchar.

Manuel Hidalgo comenta que, “Guillermo recorre en ese corto lapso, desde la salida de la cárcel al exilio, hasta su enjuiciamiento por un Consejo de Guerra, que determina su segunda y más larga estadía como prisionero político. El fuego que empuja sus acciones y decisiones, de punta a cabo, es su conciencia y compromiso vital con la lucha de su pueblo. Un fuego que es atizado por la memoria de los hermanos caídos, desde el primer momento. No es un compromiso intelectual ni básicamente racional, es un compromiso afectivo y ético, que no se puede traicionar. Y ante el que no cabe más que actuar en consecuencia. No es extraño, por ello, que, a lo largo de distintos momentos, Guillermo canta, expresando la emoción que atraviesa su alma. Y es la emoción la que lo conecta con los dolores, esperanzas y alegrías de sus compañeros y compañeras de ruta”.

La inquietud y encono con las clases dominantes lo llevaron a buscar siempre los caminos que condujeran a construir poder propio, fuerza social y organización popular. No postulaba a cargos honoríficos ni a prebendas de ningún tipo, trabajó en los mas diversos oficios, no le temía al trabajo ni a embarrarse los zapatos, evitaba la condescendencia y las concesiones, tampoco esperaba reconocimientos, fue un luchador que sin aspavientos decidió ser un luchador popular, siempre. Notablemente, Guillermo siempre llevó una vida espartana, incluso en su breve exilio en Montreal jamás se hizo la idea de permanecer por mucho tiempo ni adquirir bienes con la intención de asentarse, la austeridad era su signo de vida, esa era su estirpe, junto a Ethel y su hijo Manuel.

Después del Retorno

Cumpliendo su compromiso de retorno a Chile, Guillermo se integra a las estructuras militares del MIR. Son sus primeros pasos en clandestinidad. Luego de terminada una reunión, Guillermo camina al anochecer y reflexiona: “Pienso en el entrenamiento, en los morteros y cañones sin retroceso, en las ametralladoras y lanzacohetes disparados... y heme aquí, con un revólver viejo calibre 38, con tres miserables tiros, sin cédula de identidad, sin transporte ni vehículo, sin manto ni redes de apoyo y lo que es peor, sin casa de seguridad, alojando en el living del hogar de una ayudista cuyo marido lo único que quiere es que salgamos luego de su casa”.

En una de sus notas relacionadas con la represión que siempre lo golpeó, escribía, “Mi nombre es Guillermo Aurelio Rodríguez Morales, cedula de identidad 6.692.892-6, chileno. Detenido, torturado y condenado por Consejo de Guerra de la FACH año 1974 por haber resistido el golpe militar, expulsado del país por Decreto 504. Detenido nuevamente en 1981, mi casa asaltada y asesinada mi pareja Arcadia Flores Pérez (proceso que ustedes llevan adelante ante la justicia), torturado, condenado por un nuevo Consejo de Guerra, envenenado posteriormente en prisión mediante toxina botulínica (proceso que actualmente lleva el ministro Madrid por estar relacionado con el asesinato del ex Presidente de la República don Eduardo Frei Montalva), con secuelas de parálisis de cuerdas vocales y estenosis subglótica que genera una insuficiencia respiratoria crónica. Hijo de Elvira Morales, ex presidenta de la Agrupación de Familiares de Presos Políticos, innumerables veces detenida, torturada y reconocida también por la Ley Valech, hermano de Carlos Rodríguez Morales, ex interventor de la Empresa Coloso, detenido por el General Contreras, torturado, evadido de un recinto militar y exiliado desde 1973 sin reconocimiento de su situación como víctima de la represión, hermano de Rosa Rodríguez, detenida en 1992, torturada y encarcelada durante seis meses sin comprobar delito alguno, sin reconocimiento de su condición de víctima de la represión. Ex pareja de Ethel Sobarzo Lizana, detenida por funcionarios de la Comisaría de la Población Dávila, torturada, violada en el recinto señalado con resultado de pérdida de un embarazo de dos meses, madre de nuestro hijo en común Manuel Sebastián quien creció entre barrotes y allanamientos constante, ambos actualmente en Canadá, también sin reconocimiento como víctimas de la represión sufrida”. Julio de 2013,

Es igualmente, ineludible destacar los intentos y esfuerzos por construir nuevos instrumentos de lucha en lo que va de este siglo desde los tiempos de la Zurda para evocar momentos de inicio de esa búsqueda sin pausa en lo que va corrido de este siglo. Hidalgo también sostiene que, “En Guillermo existe otra tensión militante que lo moviliza y son sus dotes de organizador y constructor de fuerza. Y de esa tensión se desprenden experiencias y vínculos en Canadá y Francia que le serán vitales llegado el momento. También aprovecha los años del exilio para acceder a la literatura revolucionaria más amplia, al conocimiento de los análisis críticos del capitalismo mundial, al contacto con diversas tendencias de la izquierda en diversos países latinoamericanos y del mundo”.

Mucho más se podría compilar, reflexionar e indagar sobre la vida militante, esfuerzo, sacrificios y riesgos asumidos por Diego en su largo andar en la lucha anticapitalista y por el socialismo, una suerte de desventura que nos golpea cotidianamente, a pesar de ello los ejemplos de lucha perduran y crecen en las generaciones del cambio. Los tiempos que corren son de frustraciones y reflujo popular, pero como Guillermo, el compañero que nunca dejó de luchar, podemos reiterar que el pueblo aun no ha dicho la última palabra. Quizás, y sin dobleces, así lo pensaba él.